Por Pegaso
¡Amiguito!¡Amiguita! ¿Ya escribiste tu cartita a Santa Claus? Si aún no lo has hecho, estás a tiempo para pedirle tu regalo al viejo panzón.
Sigan el ejemplo del niño Francisquito Cabeza de Vaca, que pidió una orden de amparo definitiva para poder venir a Tamaulipas a hacer campaña política en la elección extraordinaria para senador.
El niño Andresito López Obrador pedirá un trenecito maya.
El niño Ricardito Monreal no pidió nada, solo que se le permita pertenecer al famoso y privilegiado Club de “Las Corcholatas”.
Ameriquito Villarreal le pidió al barrigón una celda bien amplia para que quepan todos los traviesos funcionarios de la pasada administración cabecista que se bañaron con la lana, gracias a su generoso jefe.
El niño Carlitos Peña espera de regalo un tracto camión y una pista para mostrarles a los tozudos transportistas a respetar las calles de la ciudad en lugar de convertirlas en queso gruyere con sus pesadas unidades.
Lilita Téllez quiere un morralito bien “nice” donde pueda echar todos los sapos, víboras y alacranes que salen de su ronco pecho cada que sube a la tribuna del Senado.
Por su parte, Gerardito Frenández Norroña, alias “El Changoleoncito”, escribió a Santa para que le traiga unos audífonos y ya no escuchar más imprecaciones de la Téllez.
Claudita Sheinbaum quiere de regalo un juego de Lego para armar y desarmar unos simpáticos vagoncitos del metro.
También Marcelito Ebrard envió su misiva para pedir -¿qué creen?- ¡una hermosa banda presidencial para ir ensayando su discurso de toma de posesión en el 2024!
A mí nunca me trajo nada Santa Clós. Tal vez por eso me dicen que soy un poco “grinch”, que no quiero poner luces ni adornos navideños y que no me gusta recibir regalos en Navidad.
En cierta ocasión, cuando era yo un Pegaso chaval, pedí un balón de futbol y me trajo uno, pero de futbol americano.
Hasta mucho tiempo después me di cuenta que no fue Santa, sino una tía que tenía en McAllen, la que me había enviado el dichoso balón.
Como todo niño educado en el seno de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, yo crecí con la creencia en Santa Clós y los Reyes Magos.
Hay una canción de Los Mier que refiere la experiencia de un párvulo, quien escribió su cartita al viejo barbón, pero que en la nochebuena no quiso dormir sino que se quedó esperando que llegara con su regalo.
Mas, ¡oh! sorpresa. Sí llegó Santa Clós, pero lo primero que hizo fue estamparle sonoro beso de lengüita a la señora de la casa.
Perturbado, el escuincle se fue a dormir, pero a la mañana siguiente encaró a sus progenitores con cara mohína y le dijo a su papá: “Lo que ví no es un sueño, era real, Santa Clós le dio un beso a mamá”.
Termino con el refrán estilo Pegaso que dice así: “La ensoñación carece de cotización”. (Soñar no cuesta nada).