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Va de Cuento

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Por Juan Arvizu


PONCE DE LEÓN

Durante varios días los indios Calusa presentaron una fiera resistencia al invasor de sus tierras. En la batalla comprobaron que sus adversarios no eran bestias infernales ni dioses venidos del mar, como señalaban los variados rumores que les llegaban, sino simples mortales que sangraban y morían exactamente como ellos.
Sin embargo, poco a poco las armas de fuego, caballos y técnicas más avanzadas de guerra comenzaron a dar la victoria a los españoles.
Fue durante los últimos enfrentamientos contra los Calusa, cuando el capitán Juan Ponce de León resultó gravemente herido por una flecha que atravesó uno de sus muslos.
Ponce de León cayó como plomo en medio del campo de batalla y su segundo al mando, Hernández, ordenó de manera inmediata la evacuación de su superior y amigo.
Los soldados trasladaron en calidad de bulto a Ponce de León y una vez en el campamento el médico comprobó que la herida era bastante considerable. Hizo sus mejores esfuerzos, pero conforme avanzaban los días el capitán no mejoraba.
El veneno contenido en la flecha logró ser neutralizado por el médico que lo atendió, pero la herida se infectó y en pocos días lo postró en cama por completo. No existían a la mano los medicamentos que se necesitaban, así que Hernández ordenó llevar a cabo preparativos para dirigirse a la isla de Cuba.
Tras de hablar con el doctor nuevamente, Hernández constató que la mejor opción efectivamente era regresar a Cuba pues Ponce de León cada vez estaba peor.
Hernández entró nuevamente a la casa de campaña donde se encontraba el herido y lo encontró despierto, aunque su semblante seguía siendo pálido en extremo.
Capitán que gusto que estés despierto. Te comunico que ya estamos terminando los preparativos para ir a Cuba. Alla podrán atenderte mejor la herida.
Ponce de León solo asintió con la cabeza y Hernández tratando de restarle importancia todo el asunto y también para animarlo un poco, comenzó a hablar y hablar como era su costumbre. El estilo de Hernández siempre había divertido al capitán.
Hernández le dijo que sus hombres siguen riéndose de la tremenda ceremonia de toma de posesión de esas tierras que llevaron a cabo en nombre de su majestad el rey de España.
Ponce de León sonrió un poco y a su mente llegaron las imágenes de aquel día, cuando por primera vez los barcos españoles a su mando llegaron a esas nuevas tierras.
Recordó con satisfacción como el descubrimiento de esas tierras, hecho por él al norte de Cuba, había provocado un fuerte dolor de tripas a Diego Colón, el hijo del Almirante, a quien odiaba profundamente pues lo consideraba un advenedizo que solo había llegado hasta donde estaba por poseer el ilustre apellido del descubridor del nuevo mundo.
Una vez disfrutado nuevamente ese episodio en su mente, recordó aquel 27 de marzo de 1513 cuando desembarco en ese lugar y unas horas después tratando de superar lo hecho por Cristóbal Colon cuando arribo al nuevo continente, decidió hacer una pomposa ceremonia a orillas de la playa con discurso incluido.
Ponce de León se paro frente a sus hombres y agradeció el apoyo y la fe de todos ellos.
Yo, Juan Ponce de León y Figueroa, originario de Santervás de Campos, de mi hermosa Valladolid, este día del señor tomo posesión de estas tierras en nombre de mi Rey Fernando II, y nombro a esta isla como tierra Florida tanto por todo lo que veis como porque estamos en domingo de pascua florida, aseguró bastante divertido el conquistador.
Enseguida y con paso marcial exagerado comenzó a danzar alrededor de la fogata, para enseguida en tono festivo y de broma comenzar a pasar revista con su espada en la mano.
A cada hombre que veía lo nombraba con algún titulo nobiliario que el aludido aceptaba con todo agrado.
A usted mi amigo alférez, lo nombro Duque de Florida, pero a usted Álvarez le concedo el título de Conde de Florida.
Así en forma jocosa Ponce de León repartió a diestra y siniestra títulos. Entonces se detuvo y pregunto a sus hombres: Si ustedes son condes, vizcondes, duques y archiduques, ¿con qué título me quedo yo?
Rey de Florida…Rey de Florida…gritó la muchedumbre, pero Ponce de León retrocedió un poco y dijo que no, que no podía ser rey porque rey solo Fernando II, así que se conformaría por lo pronto con ser gobernador de mentiras de Florida.
Aunque se trataba de una broma, Ponce de León contemplaba llegar a ser alguien importante en esa nueva tierra, total ya había sido gobernador de Puerto Rico, el cargo que en mala hora le arrebato el malnacido de Diego Colón.
Nuevamente Ponce de León retomo su cómica danza. Hernández comprobó que en Ponce de León existía una dualidad bastante marcada, pues lo mismo podía ser el soldado despiadado que masacraba indios taínos, caribes y arahuacos, en las islas del caribe, que un bufón alegre que convivía con sus hombres y divertía a la tropa.
Además, recordó Ponce de León la ocasión en Puerto Rico. en la que unos indios que hablaban un poco de castellano, trataron de convencerlo de perdonarles la vida a cambio de darle a conocer un secreto bien guardo. Se trataba de una tierra mágica llamada Biminí, ubicada al norte de Cuba.
Ponce de León se intereso en el tema pues se trataba de tierras aun por descubrir, pero mucho más le entusiasmo saber que en Biminí se encontraba muy bien escondida una fuente que brindaba vigor, energía y claridad de pensamiento a quien de su agua bebiera.
Se trata, le dijeron, nada más y nada menos que de la la fuente de la eterna juventud.
El indio fue prodigo en el relato sobre la fuente y le aseguro que el líquido que mana es sagrado e inagotable.
El ya capitán escucho con atención el relato e incluso pidió que lo repitieran. Después medito un poco y se despidió de los indios que seguían implorando por su vida y la de sus mujeres e hijos.
Al salir de la celda Ponce de León ordenó que ejecutaran a los dos indios
El guardia le pregunto que se haría con las mujeres y los niños.
¿Cuáles mujeres?
Las mujeres de los indios.
Ahh a esas mátenles también, no queremos a indias que tengan más indios.
¿Y los niños, los hijos de las mujeres?
A esos también mátenlos, no queremos que crezcan y se conviertan en nuestros enemigos.
Los barcos de los conquistadores partieron hacia Cuba llevando consigo a su capitán herido y una vez que tocaron tierra, Ponce de León fue llevado ante la presencia del médico.
Tras examinarlo el galeno, que conocía desde hacia años a Ponce de León, diagnostico que nada podía hacerse, el capitán había desarrollado gangrena en la herida. De hecho, comento que el final estaba cerca.
Los días pasaron y el capitán comenzó a delirar para después caer en un fuerte soponcio del que solo despertaba para preguntar por la mítica tierra Biminí.
La salud de Ponce de León fue de mal en peor y una tarde el medico acudió con Hernández para comunicarle que el capitán ya estaba agonizando.
González sintió ganas de llorar pues en verdad estimaba al capitán. Se quedo largo rato pensando y decidió finalmente acudir a donde estaba postrado Ponce de León.
El capitán tenia los ojos abiertos y la mirada perdida. De vez en cuando pronunciaba Biminí…Biminí.
González contemplo por varios minutos a quienes estaba próximo a convertirse en cadáver y se dirigió hacia una pequeña mesa que estaba en la misma habitación. Allí en un pequeño recipiente vertió una proporción generosa de agua.
Se acercó a Ponce León y tratando de sonreír le informó que por fin sus hombres habían descubierto la fuente que buscaban. Capitán, beba usted del agua milagrosa y recupérese por completo. Beba.
Ponce de León bastante demacrado y falto de fuerzas, dio varios sorbos y se recostó. Estaba tan exhausto que hasta el mínimo esfuerzo le significaba gran trabajo.
Mágicamente unos segundos después Ponce de León presento una repentina mejoría y sonrió.
Te dije González, te lo dije muchas veces, la fuente existe. Vive Dios, expreso el capitán.
Después preguntó a su subalterno ¿En cuánto tiempo hace efecto completamente la pócima?
González contestó que seguramente en un par de horas, por lo que debían ser pacientes. Por ahora lo mejor es que descanses, estaré afuera vigilando.
González tomó la mano de Ponce de León. Era su forma de despedirse del hombre que durante los últimos años había sido su superior y su amigo.
Minutos después Juan Ponce de León dio su último suspiro con una leve sonrisa en los labios creyendo que finalmente había logrado encontrar la fuente que buscaba

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