Por J. Eleazar Ávila
JAMLET POLÍTICA…
Américo, él solamente él…
Históricamente existe la idea de que “la prensa” puede cambiar a funcionarios de todos los niveles. Esa es una verdad muy relativa.
Si bien, el maridaje con los gobiernos podría ser de los tiempos de la invención de la imprenta -Gutenberg en 1440-, la Iglesia, ya ven que casi nunca se mete en nada, siempre aliados eternos de las monarquías en turno de todos los colores, estilos y formas de gobierno; muy listos de inmediato entre siglos XVI-XVII, se apropiaron del derecho del control de todo lo que estuviera escrito.
Pero, como no los que queremos confundir, lo cierto es que, en la evolución, hemos pasado por una transformación conveniente para los medios y los gobiernos en el control de masas.
Por ello, sin filosofar de más, los medios siempre se han erigido como los vigilantes de los gobiernos con quienes conviven, a veces jugando a las vencidas, otras más tratando de modificar en los gobiernos las formas, los estilos y, obviamente, hasta a los que encabezan las posiciones de poder.
Tratan y, a veces, lo han conseguido, de derrocar personalidades en el gobierno, pero, en la mayoría de las veces, fracasan. Eso sí, existen ejemplos de casos donde los medios modifican, quitan, ajustan, corren a personajes en el gobierno.
El caso más importante, por mucho, en el mundo, quizá sea el del llamado Escándalo Watergate, luego de la seria investigación de los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein, del Washington Post.
Con la misma se reveló el espionaje político y el encubrimiento por parte del gobierno, que concluyó con la renuncia de Richard Nixon, ex Presidente de los Estados Unidos.
( Ya me dieron ganas de ir nuevamente a Wasgington, igual que el año pasado).
Hablamos de temas serios, de asuntos al más alto nivel, del trabajo con rigor, no al territorio de la comentocracia, porque normalmente este es el territorio de “qué dirán” y, en autocrítica, de la vaguedad.
Mastizo: Con respeto a todos los compañeros y frente al espejo, no creo en la objetividad simple, pero sí, pretender mínimamente una objetividad responsable. Algo que es muy difícil de lograr, por lo escrito líneas arriba.
Y, aun así, todos los días machacamos, redactamos opiniones y, por supuesto, que pagamos impuestos, porque, en sentido legal, somos empresarios y, aun así, en cortito, queremos quitar, poner, acotar, requebrajar, cuando nuestros “poderes” son muy limitados.
Todo este relajo es para insistir en que las nuevas reglas de convivencia de medios escritos, hablados, electrónicos, prensa, radio, televisión, redes sociales, es que, todos tenemos el derecho de expresar, pero nunca ignorar lo que se gana o lo que se pierde en credibilidad y, en su caso, en riesgo.
Todo el contexto anterior es porque, en la capital y muchas partes de la entidad, a menudo cambiamos al gabinete, a alcaldes, a diputados, y presionamos para que suceda, cuando se nos olvida algo tan básico, como que, nada sucede en la víspera.
Con una regla indispensable, en la historia de la entidad y, mejor aún, con el control consolidado que tiene el gobernador de Tamaulipas con el doctor Américo Villarreal Anaya, él, como jefe político, define cuándo, no los medios.
Hay evidencias periodísticas, sí, pero es a él a quien le corresponde y no a nosotros. Porque, además, hay que recordar que, como líder de la entidad, él manda y comanda y, si se equivoca, él vuelve a mandar.
La Constitución, pero sobre todo los 731 mil votos logrados en 2022, le validan y, si de pronto hiciera falta algo, ahí está la supremacía que ha mantenido en el Congreso, primero con la diputada Úrsula Salazar, y ahora, con menor periodo de tiempo, pero avanzando con Humberto Prieto.
Él es el Poder Ejecutivo, el Congreso es Él y, en el caso del Supremo Tribunal de Justicia de Tamaulipas, la llegada del magistrado Presidente Hernán de la Garza Tamez confirma que la regla política en la entidad se mantiene.
Incluso desde antes con David Cerda Zúñiga, la unidad de los tres poderes de Tamaulipas era evidente. Por ello es que la fuerza de G1, A1, no cambia.
Américo Villarreal Anaya es un jefe de estado fuerte y, él solamente él, tiene el control de sus tiempos, de sus gobiernos, de la movilidad y del sello, que nos ha dicho es absolutamente humanista.
Así que tranquilos, que se acaba el año y él nos dirá qué toca en el territorio de los ajustes, pero en 2025.
Nostra Política.- “El hombre que puede, es rey”. Thomas Carlyle
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