Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

Al Vuelo-General

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Por Pegaso

“La seguridad en Sinaloa no depende de nosotros, depende de los grupos antagónicos, que dejen de hacer confrontación entre ellos y que estén dejando a la población en paz”-dijo el generalote Jesús Leana Ojeda, Comandante de la Tercera Región Militar, en una rueda de prensa en la que se le cuestionó sobre el papel del Ejército en la pacificación de ese Estado de la República, fuertemente afectado por la guerra que se declararon dos grupos rivales: El de “Los Chapitos” y el de los “Mayitos”.

Con tan tiernos nombres, cualquiera podría pensar que se andan agarrando a parque, liga o ligazo, pero no. Esos cuates usan todo tipo de armas de fuego, desde subametralladoras, hasta las pavorosas Ar-15, M-16, AK-47, la ametralladora Browning y la terrorífica Barret M82 de calibre 50.

Su arsenal incluye lanza misiles tierra-aire, morteros, vehículos acorazados y todo tipo de armas que se usarían en una guerra formal en cualquier otra parte del mundo.

Armas que, por supuesto, traen de los Estados Unidos sin que autoridad alguna haga algo por detener ese tráfico ilegal.

Pero hablando de la permisividad que el Ejército mantiene sobre la delincuencia organizada, podemos decir que los mandos solo obedecen órdenes de arriba para mantenerse al margen, pero los soldados, las tropas, están que se pelan por salir a campo y rifársela contra los delincuentes.

Ya hemos visto videos donde los narcos pasan junto a un retén de soldados, se bajan de sus vehículos, armados hasta los dientes y amedrentan a los impávidos militares. Es más, hasta se mean en sus zapatos, sin que estos puedan hacer nada. Como si estuvieran atados de pies y manos, pero eso sí, rumiando su coraje y guardándose todo ese odio para desquitarlo cuando se dé la ocasión.

Hay una leyenda urbana que dice que una vez llegó un jefe de plaza hasta la mismísima sede de la Octava Zona Militar, aquí en Reynosa, se plantó delante del Comandante de la Guarnición y le arrimó unas cachetadas guajoloteras, para después irse como Pedro por su casa, sin que nadie le dijera nada.

Así, pues, cuando el general Leana Ojeda dice que la seguridad depende de los narcos, la pregunta que salta al aire es: “Y bueno, entonces, ¿para qué sirven las fuerzas armadas? ¿No están ahí para brindar seguridad a la población?

Aunque el Ejército está pensado para la defensa ante ataques externos, la Constitución los obliga a participar en acciones de apoyo a la población civil en casos de desastre, con el famoso Plan DNIII-E.

Pero desde hace varios años, específicamente desde el inicio del sexenio de Felipe Calderón, han sido sacados a la calle para hacer labor de policías estatales y federales, al ser incluidos como parte de la Guardia Nacional y las guardias estatales.

Si la responsabilidad de la seguridad recae en los delincuentes, entonces, ¿para qué se les paga a ellos? Mejor sería que se les asignara un sueldo a los malos para que dejen de andarse madreando en las calles y sembrando el terror en la población.

La noticia buena de ayer fue que la mayor parte de los comerciantes de Culiacán y otras partes de Sinaloa donde los “Chapitos” y los “Mayitos” se andan partiendo la mandarina en gajos, ya abrieron sus puertas para dar servicio al público.

La mala es que no hay forma de controlarlos mientras no se dé la orden ejecutiva desde arriba.

Los soldados están listos. En las redes sociales cada rato lo manifiestan, aunque la peor noticia para los mexicanos es que ya lo dijo la Presidenta entrante que seguirá la misma política de “abrazos, no balazos” para evitar que haya más muertes.

Y el refrán estilo Pegaso dice: “Negativo, pues de esa manera, afirmativo”. (No, por así, sí).