Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

Al Vuelo-Pobreza

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Por Pegaso

La violencia es uno de los grandes problemas que no han podido resolverse en el país.

Diariamente hay balaceras, masacres, enfrentamientos, masacres, desapariciones forzadas, masacres, secuestros, masacres, extorsiones, masacres, cobros de piso y… ¡ahhh, sí! Masacres.

No lo digo yo. Lo dicen los medios de comunicación nacionales y extranjeros.

Pero ya no hay que preocuparnos más. He encontrado una solución tan sencilla, que a nadie se le hubiera ocurrido: ¡Hay que quedarnos pobres!

Sí. Los secuestradores y asesinos buscan a los que tienen dinero, no a los pobretones.

Los que ya estamos jodidos, no tenemos bronca, ya que por ser perras flacas ni voltean a vernos.

El problema es con los que tienen lana.

Por eso mismo, es necesario que junten todo su dinero y lo donen a la beneficencia pública. Quédense solo con un par de pantalones, unos zapatos, unos calzones y una camisa. Lo demás regálenlo. Verán que así ya nadie los molestará.

Si usted, amigo multimillonario, tiene yates, aviones privados, mansiones lujosas, empresas exitosas y una abultada cuenta bancaria, recuerde que ya lo dice el famoso precepto bíblico: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico alcance el reino de los cielos”.

Olvídese del salmón ahumado, del vino Cavernet Souvignon Blanc, de las trufas y el bacalao noruego, del caviar y las pastas italianas; de los lujosos restaurantes con Estrella Michelín y los viajes a las Bermudas o a Hawaii.

Eso solo atraerá a los maleantes como la miel a las moscas.

Quítese de todas esas preocupaciones. Viva modestamente, con pobreza franciscana y así ya nadie lo molestará.

No sea como el tío Richie, el propietario de Electra, que debe chorromil millones de impuestos y no quiere pagar ni un peso a Hacienda, el móndrigo.

Olvídese de toda vana riqueza. No traiga puestas alhajas de Tiffany’s, relojes de Cartier, trajes William Westmancott, zapatos Ferragamo ni maneje automóviles Merceds Benz.

En lugar de todo eso, que resulta chocante, consígase una casita del Infonavit, dígale a su vieja que haga unos frijolitos en bola, deguste unos ricos huevitos en salsa ranchera o unos taquitos de suadero con su chesco bien frío.

Póngase su pantalón de fajín diario, váyase a chingarle a alguna maquiladora y viva con los doscientos pesos diarios que le paguen.

Tome la pesera que lo lleve hasta el jale, llegue temprano a su turno y obedezca las instrucciones de su coordinador, para que pueda obtener un bono extra de vez en cuando.

Si hace todo lo que le digo, los mañosos ya no lo molestarán más. Es más, será invisible para ellos y vivirá feliz por sécula seculorum, amén.

La vida de pobre tiene sus ventajas: No paga impuestos, no tiene trabajadores que exigen sueldo y prestaciones, no debe pagar cantidades estratosféricas por la luz, no se le descompondrá el Rolls Royce ni generará ambiciones entre los señores de la delincuencia, que nada más están viendo quién trae lana para caerle como a Juan Charrasqueado: De a montón.

Pero si a pesar de todos estos salutíferos consejos insiste en tener riquezas, entonces, flojito y cooperando, o contrate a un equipo de poderosos guardaespaldas que lo saquen de cualquier atolladero, blinde su automóvil con placas ultrareforzadas de acero al alto carbón y ponga minas antipersonales en los alrededores de su casa, por si acaso. Después no se esté quejando que lo secuestraron.

Viene el refrán estilo Pegaso: “Es más valiosa la prevención que la remediación”. (Más vale prevenir que remediar).