Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

Al Vuelo-Cielo

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Por Pegaso

Guerras, pandemias, terremotos, tsunamis, meteoritos, zombies, aliens… La verdad es que en este mundo solo hay dos cosas de qué preocuparse: Si estás sano o si estás enfermo.

Si estás sano, no hay de qué preocuparse. Pero si estás enfermo, solo hay dos cosas de qué preocuparse: Si sanas o si empeoras.

Si sanas, no hay problema, pero si empeoras, solo hay dos cosas de qué preocuparse: Si vives o si mueres.

Si vives, no hay de qué preocuparse, pero si mueres, solo hay dos cosas de qué preocuparse: Si te vas al cielo o si te vas al infierno.

Si te vas al cielo, no hay de qué preocuparse, pero si te vas al infierno… Bueno, si te vas al infierno ahí van a estar todos los cuates y ni tiempo vas a tener de preocuparte.

Pasan más de cincuenta años de feliz matrimonio y el marido muere, pasa a mejor vida, cuelga los tenis, felpa.

La esposa queda muy afligida y poco a poco va marchitando hasta que también fallece.

Cuando llega al cielo, la recibe San Pedro, quien le da sus alas, su aureola, su blanca túnica y su arpa.

Entra al Paraíso y lo primero que ve es a su marido. No bien lo localiza entre la muchedumbre de almas, se lanza hacia él en cámara lenta, con los brazos al frente y una sonrisa celestial.

-¡Amor mío!-le dice. Tanto que he sufrido por tu ausencia. Me alegra mucho haberte encontrado en el cielo.

-¡Ahhhh, no!-contesta el zoquete. El contrato matrimonial fue muy clarito: “Hasta que la muerte los separe”.

El debate sobre la cantidad de personas que van al cielo y al infierno siempre ha estado presente, así que cierto día, uno de los arcángeles llegó hasta donde estaba San Pedro, el cuidador de las puertas celestiales, que en ocasiones también la hacía de chef, y le pregunta:

-San Pedro, ¿qué tenemos hoy para la cena?

Contesta el aludido: “Una manzana y un yogurt?

-Pe-pe-pero cómo puede ser posible. ¿Y ese olorcito tan sabroso que me llega?

-Viene del Infierno y del Purgatorio. Aquí, en el Cielo, solo tenemos un yogurt y una manzana para cenar.

-¡Óyeme, no!-le reclama el alado personaje. En el Infierno están preparando cabrito al pastor y en el purgatorio están asando unos chuletones, ¿y aquí solo tenemos una manzana y un yogurt? San Pedro, no seas así y prepárate algo rico.

-¡Que no!

-¨Por favor, que me muero de hambre!

-¡Pero qué necio eres, Serafín! Para cuatro personas que estamos en el Cielo no me molestaré en preparar la cena.

Un autobús repleto de monjitas chocó en la carretera y todas ellas, al morir, se fueron al cielo.

Las recibió San Pedro, pero antes de darles acceso al Paraíso, les pidió que confesaran sus pecados.

-Hermana Verónica-le pregunta a la primera. ¿Durante su vida terrenal alguna vez tocó un miembro masculino?

-Sí-contesta la religiosa. Pero nada más con la punta del dedo.

-Bien-le dice San Pedro. Vaya a la pila de agua bendita y lávese el dedo.

Así lo hace. Llega hasta la pila y mete la punta del dedo con el cual pecó y después se pierde entre el resto de las almas puras que ya estaban en el cielo.

-Sor Bette-le dice San Píter a la segunda. ¿Usted tocó un miembro masculino en su vida terrenal?

-Sí-responde la tal Sor Bette. Pero nada más con la mano.

-Bien. Vaya a la pila de agua bendita y enjuáguese la mano.

De pronto, ve que una de las monjitas se apresura a ponerse hasta el frente de la fila, lo que llamó la atención del santo varón.

-A ver, Sor Rita, ¿por qué se adelanta al resto de sus hermanas?

-Es que si usted me manda a hacer gárgaras, quiero pasar antes que la hermana Meretricia se enjuague el fondillo.