Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

Al Vuelo-Vejez

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Por Pegaso

¡Ajúaaaaa! Ahora resulta que los viejitos de antes, que tenían entre 60 y 65 años, ahora ya no son considerados ancianos.

Investigaciones de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford hallaron que la edad puede determinarse por los niveles de proteínas que hay en las células.

Y encontraron que hasta los 34 años las personas continúan incrementando la cantidad de proteínas, por lo que se consideran jóvenes.

De los 34 a los 60 años, los niveles se mantienen constantes. Es la edad adulta.

De los 61 a los 78 años es la madurez tardía, cuando los niveles de proteínas empiezan a disminuir, y se acentúan en la vejez, a partir de los 78 años de edad hasta la aparición de cambios físicos y mentales cada vez más evidentes, según el estudio.

Yo que ya me consideraba como adulto mayor y hasta iba a sacar mi tarjeta del SINSEMEN, resulta que apenas soy adulto. Todavía me faltan 16 años para dar el viejazo.

Habiendo nacido en 1962, pertenezco a la llamada Generación de los Boomers. Esto, porque después de la Segunda Guerra Mundial hubo una acentuada explosión demográfico (boom). A los niños que nacieron en ese período se les conoció como los “baby boomers”.

A quienes nacieron entre 1965 a 1980 se les conoce como Generación X, a los que nacieron entre 1981 y 1996 se les llama Milennials y a los que nacieron entre 1997 y el 2012, Generación Z.

Aunque no han sido categorizados de manera oficial, se sabe que los nacidos entre el 2013 a la fecha se les conocerá como Generación Alfa. No sé por qué.

Pero yo no me siento viejo. Es más, todavía en mis sueños me veo como un Pegaso chaval.

Durante el Tercer Tetramestre de la Universidad Tamaulipeca, donde cursé la Licenciatura en Comunicación Social y Periodismo, nos decía la maestra Gaby Rojas que en la India se considera a una persona joven o anciana de acuerdo con la forma de la columna vertebral. Si camina erguido, aún es joven, pero si camina agachado, ya es un anciano.

En México no es así. Apenas te empiezan a salir patas de gallo y lonjitas, ya valió madre, y los chavos te empiezan a decir “señor”, o “ruco”, o “don”.

Eso llega a herir nuestro orgullo, porque en nuestra mentecita todavía creemos que podemos correr el maratón.

Pero la triste realidad llega cuando subes escalones. Si durante la mayor parte de tu vida no hiciste ejercicio o jugaste algún deporte, te empiezan a crujir las bizagras, te cansas bien rápido y se te va el aliento.

Antes yo subía corriendo los escalones de la Presidencia Municipal hasta el tercer piso sin cansarme.

Ahora ya tengo que tomar un respiro.

Cuando fui a Ciudad Victoria, la semana antepasada, solo para calarme me puse a subir las escaleras de los primeros cinco pisos de la Torre Bicentenario a patín.

Para el tercero ya iba echando el bofe.

Por eso no hay que creerse mucho de las clasificaciones de los “especialistas” en torno a la edad. La verdad es que cada cuerpo es diferente y reacciona de distinta manera.

Por ejemplo, mi amigo Jaime Arredondo, que hace pesas desde hace chorromil años, tiene músculos hasta en las pestañas, y casi tiene mi edad.

Tal vez sea demasiado tarde para recomendar a los chavorrucos que hagan alguna actividad física, pero dice el viejo y conocido refrán que más vale tarde que nunca.

Y viene el dicho estilo Pegaso: “¡Añosos los accidentes orográficos!” (¡Viejos los cerros!)