Por Pegaso
Ayer vi de nuevo el clasicazo de cine llamado 2001: Odisea del espacio (2001: A spacy odyssey, por su título en inglés. Estrenada el 3 de abril de 1968. Director: Stanley Kubrick. Protagonistas: Keir Dullea, Gary Lockwood, William Silvester y Douglas Rain).
Esta película de culto marcó un hito por su estilo de comunicación visual, sus revolucionarios efectos especiales, su realismo científico y sus proyecciones vanguardistas,-según la Wikipedia.
Se basó en un cuento de Arthur C. Clarke llamado El Centinela. El tema musical de entrada es una parte de “Así hablaba Saratustra”, de Richard Strauss y más adelantito, “El Danubio Azul”, del mismo autor.
En esencia, como ya todo cinéfilo debe saber, se trata de adivinar qué demontres es el monolito que aparece en los albores de la Humanidad, en un páramo semidesértico.
El contacto con esa piedra negra y pulida otorga a los homínidos de aquella época la capacidad de descubrir y utilizar el primer instrumento, un hueso que se usa como arma para superar a los de otra pandilla que tenían el control de un charco de agua. ¿Quizá una alusión al mito bíblico de Caín y Abel?
Nos vamos a la siguiente escena. Una misión a La Luna, en el año 1998, donde es localizado un monolito de similares características, colocado en el cráter Tycho por una civilización extraterrestre avanzada hace 2 millones de años.
En la tercera parte, la nave espacial Discovery está llegando a Júpiter, guiada por ondas de radio que emitió el monolito de La Luna.
Se pueden ver algunos elementos que hoy son de uso común, como la comunicación telemática y la inteligencia artificial.
Por cierto, la falla de HAL-9000, la computadora de a bordo, la cual se consideraba infalible, es una alusión a los errores humanos.
Más adelante, cuando la nave llega a la luna Ío de Júpiter, el protagonista de la película, el Dr. David Bowman sale en un módulo a revisar un tercer monolito, el cual resulta ser una especie de portal temporal o dimensional, que lo lleva por un espacio de colores y formas psicodélicos.
La escena final ha intrigado a muchos. Una alineación planetaria con el monolito incluido y la imagen de un feto a punto de nacer, ojón y cabezón, pero con características humanas.
Quizá esa sea la clave. Stanley Kubrick ha querido darnos el mismo mensaje que un siglo y medio antes diera Friedrich Nietzsche en su libro “Así Hablaba Zaratustra”: El advenimiento del Superhombre, que en este caso sería la hibridación de la raza humana con una alienígena.
La alusión del tema de Strauss y la visión de un feto superhumano son los indicios más claros de que ese era precisamente el mensaje kubrickiano.
Recordemos que un año después del estreno de 2001: Odisea del espacio, se lanzaba a La Luna la quinta misión espacial tripulada, el Apolo 11 que finalmente aterrizó en nuestro satélite natural.
Por cierto, la segunda y tercera partes de la peli ocurren en el 2001 y 2002.
Aquí los realizadores se equivocaron al predecir la colonización de la luna y los viajes a otros planetas, que aún no ocurre, pero le dieron al clavo con la Inteligencia Artificial, que hoy está de moda y empieza a invadir todos los ámbitos de la actividad humana.
A pesar de los años transcurridos, es una película muy recomendada, aunque dura 2 horas con 25 minutos. Aquí les dejo la liga: 2001: Odisea del espacio.