Por Pegaso
Toda la culpa la tiene Abraham, el patriarca bíblico, unos cuatro mil años atrás.
Resulta que su esposa Sara, que además, era su media hermana, no podía tener hijos, así que a petición de esta, violó a su sirvienta Agar y así nació Ismael.
Ismael, con el tiempo, daría origen a los distintos pueblos árabes, entre ellos, los filisteos, que ahora se llaman palestinos.
Sara desterró a Agar y a su hijo bastardo, pero después, por obra y gracia del Espíritu Santo, le nació un heredero legítimo, Isaac, quien a su vez tomó a su prima segunda Rebeca, de donde tuvo a Jacob y a Esaú.
De esa forma, por andar de travieso, el chimengüenchón Abraham heredó un problemononón que ahora estamos viendo en vivo, en directo y a todo color, con los bombardeos mutuos entre los descendientes de Ismael y los de Isaac.
Bueno, eso es lo que se está explicando en las redes sociales, para todos aquellos que no estamos familiarizados con la historia de esa conflictiva región.
Porque prácticamente desde aquellos años se sabe que judíos y palestinos están en constante guerra, unas veces a pequeña escala, como escupidas y mentadas de madre, y otras con terroríficas artefactos de muerte, como las bombas que lanzaron días atrás sobre Tel Aviv y la respuesta que dio el gobierno de Israel contra los enclaves del grupo palestino Hamás.
Yo no sé mucho de geopolítica, pero más o menos por ahí anda la cosa.
Todo ese embrollo me recordó dos cosas: La primera, el capítulo aquel donde el poderoso Sansón se enfrenta con los filisteos. Es engañado por Dalila y su fuerza le fue retirada por Dios.
En el último momento, en el Templo de David, Sansón suplicó a Dios para que le devolviera por unos momentos su fuerza e hizo que las columnas y el techo de la construcción cayeran sobre una muchedumbre de filisteos.
La segunda cosa que me recuerda es la película llamada “No te metas con Zohan” (You don’r meet with the Zohan, por su título en inglés. Estrenada en 2008. Director: Dennis Dugan. Protagonistas: Adam Sandler, John Turturro, Emmanuelle Chriqui, Lainie Kazan y Rob Schneider), donde una especie de Sansón moderno se aburre de ser el arma preferida de Israel contra los terroristas palestinos, especialmente uno al que llaman “El Fantasma”.
Zohan finge su muerte a manos de “El Fantasma” y se va de polizón a Nueva York, donde cumple su sueño de ser estilista.
Ahí conoce a una joven palestina de la que se enamora, sin saber que es hermana de “El Fantasma”, su eterno enemigo.
Un empresario sin escrúpulos aprovecha el odio que se tienen judíos y palestinos para sembrar el encono en el barrio neoyorkino donde viven unos y otros, separados por una calle.
Al final de cuentas, Zohan y “El Fantasma” descubren a su enemigo común y deciden combatirlo juntos, uniendo sus fuerzas y habilidades.
Moraleja, más vale hacer la paz que la guerra. Zohan se queda con la muchacha y “El Fantasma” sigue siendo un héroe palestino.
Mañana seguiré mi sesudo análisis sobre este candente tema, enfocándome en las profecías bíblicas y no bíblicas que hablan de la guerra, la llegada del Anticristo, los Cuatro Jinetes del Apocalipsis y otras linduras más por el estilo.
Por lo pronto, chútense el refrán estilo Pegaso que a la letra dice: “Impactó un artefacto explosivo en el camposanto; una cantidad grande de difuntos sufrieron lesiones”. (Cayó una bomba en el panteón; muchos muertos resultaron heridos).