Dirección General: Jesús Rivera Zúñiga

Al Vuelo-Chaquiras

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Por Pegaso


(Basado en un chiste que me envió mi amigo “El Cachas de Oro”).

En cierta olimpiada donde participaron más de cien competidores en la disciplina de Lucha Olímpica, solo quedaron dos finalistas: Un ruso y un mexicano.

Se disputaba, entonces, la medalla de oro para el triunfador.

“El Chaquiras”, que así se llamaba el luchador mexicano, tenía un entrenador muy hábil, Don Chepe Chúpez, quien un día antes de la confrontación le lanzó la siguiente advertencia:

“Mira, cabrón: El pinche ruso tiene una llave especial que él mismo inventó. La llama “El Pretzel”. A todos a los que se ha enfrentado se las ha aplicado y tuvieron que rendirse. Hubo varios que fueron llevados al hospital porque esa llave está cabrona y no hay escapatoria. Así que no dejes que te aplique su llave, porque entonces vas a valer madre.

Al día siguiente, llega la hora del encuentro entre el “Chaquiras” y su oponente ruso. Ambos se suben a la plataforma y el réferi les da las últimas instrucciones.

Dan vueltas acá y acullá, tanteando el terreno, buscando encontrar el mejor ángulo para atacarse y lograr el derribe.

En eso, de manera rápida y sorpresiva, el ruso toma al “Chaquiras” de una mano y le aplica su temible llave “Pretzel”.

La afición, los comentaristas y hasta el mismo juez del torneo reaccionan decepcionados, porque aún no pasaba ni el primer minuto.

El mánager del mexicano dijo: “¡Se lo dije a éste pendejo!¡Ya valimos madre!”

La multitud aúlla. El ruso ejerce más presión y “El Chaquiras” intenta librarse desesperadamente sin lograrlo.

Pero en el último momento sucedió algo increíble. El mexicano levanta en hombros al ruso, después de deshacer fácilmente la llave y lo avienta a diez metros de la plataforma, obteniendo así la preciada presea áurea.

El réferi le levanta la mano y los jueces le dan el triunfo. Momentos después lo hacen subir al pódium donde le es colocada la medalla al cuello, y en el escaño de segundo lugar, el adolorido y apabullado ruso, incrédulo porque por primera vez alguien se había zafado de la complicada llave.

En el estadio, la mexicanada grita de alegría, mientras que en el Ángel de la Independencia de la capital del País, miles de compatriotas dan vuelta a la rotonda jubilosos. ¡Es día de fiesta nacional porque “El Chaquiras” obtuvo la medalla de oro! Ya nadie se acordaba del “Canelo” Álvarez y sólo se oía el grito de: “¡Chaquiras, Chaquiras, Chaquiras!”

Cuando llega a los vestidores, el mánager lo abrazó y después de eso le preguntó: “¡Óyeme, cabroncísimo!¿Cómo chingaos le hiciste para salirte de la llave “Pretzel”? Hasta ahora nadie lo había logrado, y mucho menos, habían podido quitarlo lo invicto al ruso.

“El Chaquiras” le respondió: “Mire, Don Chepe. Yo traté de que no me hiciera la llave, pero cuando me agarró y me aplicó la “Pretzel”, sentí que me estaba asfixiando. Ya iba a rendirme, cuando de pronto abrí los ojos y vi un par de huevos, así que dije: ¡¡Son sus pinches huevos!! Estiré el cuello lo más que pude y mordí aquellos testículos lo más fuerte que pude…”

-¿Y entonces?-preguntó con ansias el preparador.

¡No tiene usted ni la más mínima idea de la fuerza que puede tener uno cuando se muerde sus propios huevos!-contestó el zoquete.