Por Pegaso
¡Ya no busque más!
Si su deseo es estar a la moda, no tiene más que ir a algún almacén de prestigio de Nueva York, París o Milán para obtener el último grito… ¡qué digo grito!… el último alarido de la moda.
Sí. Se trata de unos exclusivos jeans de la marca italiana Jornanluca, cuyo precio es de 400 euros por pieza.
Lo peculiar de esta prenda es que, a la altura de la entrepierna, traen una mancha que simula una miada.
¡Sí! Una miada. No estoy bromeando.
Estos vaqueros forman parte de la colección otoño-invierno del año pasado, pero apenas hasta hoy empiezan a comercializarse en los principales mercados del mundo como algo exclusivo y como un símbolo de las ideas desafiantes de los jóvenes de hoy.
Para empezar, quiero decirles dos o tres cosas a los creadores de este bodrio, Jornan Bowen y Luca Marchetto.
Quiero que agarren cada uno de los billetes de 400 euros que cuestan sus pantalones miados, los hagan rollito y se los introduzcan en salva sea la parte.
Número dos. Se hubieran ahorrado una lana en pintura si me hubieran dicho a mí. Yo se los hubiera ido a miar gratis.
Número tres. A estas alturas ya todos los vendedores piratas deben tener ejemplares a la venta al público, tanto en Tepito como en La Lagunilla, en la Ciudad de México, como en el tianguis Jarachina o Los Rieles, en Reynosa.
Siendo algo serios resulta casi imposible pensar lo que tienen en la cabeza las personas que compran esas porquerías.
Hace poco mencioné en este mismo espacio que una marca de tenis sacó a la venta un tipo de zapatilla que contiene una gota de sangre en la suela.
También recientemente la marca Balenciaga lanzó al mercado una exclusiva bolsa de piel de becerro que más bien parece una bolsa para basura de las que venden en Soriana.
Otros de los modelitos de esa misma marca fueron unos tenis viejos y rotos cuyo propósito era demostrar cómo lucirían unos zapatos de lona después de 100 años de uso.
Y ahí está la palabra clave: Demostrar.
¿A quién chingados le importa demostrar algo?
Ya me imagino yo llegando al café con unos pinches tenis rotos y viejos de Balenciaga para presumirlos con los señores del Club de los Pajaritos Caidos: “¡Miren, cabrones! Les estoy demostrando cómo se verían unos tenis con 100 años de uso”.
Luego me daría la vuelta, orgulloso de haberles dado esa muestra de cultura universal, gesto que me costó a mí unos 500 dólares solo por ir a presumir ¡algo de lo que nadie estaría orgulloso de presumir!
Si piden mi humilde opinión, seguiré diciendo como siempre lo he dicho: Este tipo de cosas nos demuestran la terrible involución que estamos experimentando como raza humana.
Mientras más dependemos de la tecnología, más estúpidos nos volvemos.
¡Ande! ¡Vaya usted y compre sus tenis viejos, su bolsa de basura y su pantalón miado! Sus amigos lo envidiarán.
Nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: “En caso de haberte observado no tengo conocimiento de tu persona”. (Si te vi ni te conozco).